Ha vuelto la Navidad

Ha vuelto la Navidad y aun recuerdo esos días de mi infancia cuando, sentada desde una glorieta con mi madre, veía foquitos en todos los arboles de la ciudad. Mi padre trabajaba haciendo malabares en la calle con naranjas, que luego nos comíamos. Eran buenas pero teníamos pocas.
Como me hubiera gustado estar en una de esas posadas donde montones de naranjas, mandarinas y cacahuates salían de las piñatas.
Recuerdo una vez que al asomarme por una reja vi un jardín donde la gente rica comía buñuelos y ponches de varias frutas. Tanto se me antojaron los buñuelos que decidí pedirles. Pero me corrieron diciéndome que si tanto quería comprara los míos.

Nosotros solo teníamos el dinero que mi padre, mi hermano (que lavaba vidrios de los carros en los altos) y mi hermana ganaban. Ella se pasaba el día vendiendo chicles y por esa tarea no podía ir a la escuela ni participar en una de esas pastorelas que en algunos lugares se hacían por la noche cuando nos dirigíamos a nuestro humilde hogar (pues estaba echo de lamina y cartón).
Pasábamos por viveros que en esa época del año estaban casi llenos de puras nochebuenas. Mi madre suspiraba y decía “si tuviera el dinero necesario para alimentar a mi familia, compraría de esas rojas flores y las sembraría alrededor de mi casa y las cuidaría aunque solo se dieran en épocas de frío”.

Al llegar a casa mama sacaba, de no sé dónde, un mantel viejo sucio y algo roto, por el uso y la mala calidad de la tela. Pero hermoso para nosotros, puesto que además de ser el único que teníamos (nunca comíamos con mantel pues si apenas teníamos el dinero suficiente para comer, no podíamos estarlo gastando en manteles), era solo para Navidad. Mamá lo había bordado para esta fecha.
Yo y mis hermanos nos íbamos a poner nuestra mejor ropa. Mientras mi mamá hacía algo de comer. Luego nos reuníamos mi familia y yo alrededor del mantel. Mi padre dirigía una oración de acción de gracias. Cenábamos y a dormir.
Al día siguiente íbamos a misa temprano y más tarde a la calle a realizar nuestras actividades del día.


¡Ay, esos días! ¡Cómo pasa el tiempo! Ahora yo soy una mujer de blancos cabellos sentada al lado de la puerta de la catedral pidiendo limosna y escuchando misa el día de Navidad.